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1.
Introducción
El concepto de “democracia autoorganizativa” está en plena
elaboración y desarrollo. Hasta ahora, el mundo ha conocido
invariablemente sistemas políticos en los cuales unas pocas
personas, bajo determinadas formas de elección o legitimación,
han ejercido el poder en nombre del conjunto de la comunidad.
Esto está, sin embargo, está a punto de cambiar. Diversas
situaciones que se han configurado en las últimas décadas
permiten presumir que estamos a las puertas de un cambio
fundamental en los modos y las formas de gestionar la
convivencia e involucrarnos en la cosa pública.
El paso de la sociedad industrial a la sociedad del
conocimiento y la tecnología, la crisis de la partidocracia
tradicional y la emergencia de una nueva ciudadanía – culta,
educada, crítica y preocupada por los problemas del planeta –
auspician este nuevo nacimiento. También lo hace la
circunstancia de disponer, para transitar este camino, de un
nuevo paradigma científico renovado y actualizado, que se
nutre de la teoría cuántica, de las estructuras disipativas,
de la geometría fractal, de la autopoiesis y de otras
vertientes del pensamiento complejo. El camino hacia esta
nueva forma de democracia no está trazado. Debemos hacerlo al
andar y esto constituye un desafío heroico y fascinante.
La referencia a la característica autoorganizativa de la nueva
democracia se vincula con el hecho de que los procesos
sociales no responden a la lógica de un control externo,
jerárquico o superior, como tradicionalmente se ha supuesto,
sino que dichos procesos se verifican a partir de la
particular e irrepetible interacción de infinitos sistemas
autopoiéticos que operan alejados del equilibrio, en la red
social, evolucionando por fluctuaciones entre los infinitos
subsistemas en los que se mueven cotidianamente.
La comprensión de la sociedad como un sistema vivo, donde
juegan un papel clave los valores ecológicos de la
preservación de los sistemas críticos plantea nuevas visiones
y abordajes para problemáticas tradicionales como la
educación, la seguridad, la economía y – lógicamente también –
la política. Es a esa tarea que deseamos abocarnos.
2. El modelo político del mundo moderno
El modelo político del liberalismo, introducido por las
revoluciones burguesas, nunca fue un modelo perfecto ni mucho
menos. No obstante ello, estaba construido sobre una serie de
presupuestos muy concretos que dieron pie a un proyecto
político particularmente exitoso que tuvo una fuerte
influencia sobre los padres fundadores de nuestra
argentinidad.
Las bases filosóficas de este modelo son, en primer lugar, al
concepción del hombre como un ser egoísta que se mueve en base
exclusivamente a su propio interés y evoluciona en un marco de
lucha y conflicto en el cual el Estado emerge como necesario
contenedor y regulador de esta violencia. Los derechos del
hombre son el principal valladar a la acción del Estado, que
es percibido como un potencial invasor de los mismos y por lo
tanto debe limitarse a un papel de gendarme de la sociedad
pero no como un actor esencial de los procesos.
El modelo teórico de división de poderes, descripto por
Montesquieu a partir de su experiencia de análisis del sistema
político inglés, sumada a la concepción de la soberanía
popular de Rousseau, fructifican en la teoría de la
representación política de Sieyes, en función de la cual el
pueblo – en ese entonces el concepto de Nación estaba limitado
a los burgueses propietarios – delega en un representante el
ejercicio del poder a través de un mandato libre. Una
constitución escrita y rígida era la garantía documental de
los derechos del hombre y de la organización del poder
previéndose que no pudiera ser cambiada fácilmente a fin de
evitar su eventual manipulación por sectores ocasionalmente
más poderosos que otros.
3. La emergencia de las ideologías
Hasta principios del siglo XIX, sólo el liberalismo político y
económico podían considerarse “ideologías” en los términos
modernos del pensamiento político, aunque ya comenzaba a
manifestarse, con Edmund Burke, la reacción que daría lugar al
conservadorismo. Las groseras desigualdades sociales generadas
por el creciente capitalismo y la revolución industrial,
sumadas al despoblamiento del campo y la aparición de una
nueva clase social que no existía en la época de la revolución
francesa – el proletariado industrial de base urbana – dieron
lugar al socialismo primero y luego al marxismo. También en la
penúltima década del siglo XIX vuelve a ocupar un espacio
importante en la reflexión política la Iglesia católica que, a
través de sus Encíclicas comienza a desarrollar lo que se
llamará la Doctrina Social de la iglesia, incorporándose con
ella el dato crucial de una intervención más activa del Estado
y de los grupos intermedios en la gestión de la convivencia y
buscando un equilibrio entre el extremo individualismo del
liberalismo político y el estatismo del socialismo.
Ese proceso de surgimiento y cristalización de las ideologías,
junto a la progresiva universalización del sufragio – que al
principio estaba limitado a quienes eran propietarios, luego a
todos los varones y finalmente a las mujeres también – se
tradujo en la instalación en el centro de la escena del actor
fundamental de los procesos políticos en el Estado moderno: el
partido político.
4. El modelo delegativo partidocrático
Los partidos políticos se convirtieron a lo largo del siglo XX
en los grandes intermediarios entre el Estado y la comunidad y
su aparición dio lugar a un modelo de democracia que en su
momento tuvo fértiles y positivas consecuencias para el acceso
a los beneficios del bienestar de millones de personas, pero
que nuestros días se encuentra en plena y revulsiva crisis: el
modelo “delegativo partidocrático”. Las principales
características de este modelo político son:
a. El pueblo es titular originario del poder pero no lo ejerce
directamente, sino que lo delega en sus representantes
(consecuencia del liberalismo político más puro).
b. Los partidos políticos ofrecen, a cambio del voto,
“programas de gobierno” basados en unos sistemas ideológicos
rígidos, prescriptivos y predominantemente cerrados. Las
ideologías juegan un papel fundamental en el etiquetamiento
del colectivo social, de manera tal que es muy bajo el número
de electores que no se sienten vinculados a algún partido
político.
c. Los partidos monopolizan totalmente el acceso a los cargos
públicos. Los ciudadanos independientes no pueden acceder a
cargos electivos salvo que un partido los proponga.
d. Los partidos políticos se diferencian entre sí tomando como
propios determinados valores que son visualizados
positivamente por la sociedad: justicia social; menor presión
impositiva; mejor redistribución del ingreso; plena vigencia y
respeto por los derechos humanos; pleno funcionamiento de la
democracia y la división de poderes; un Estado de tamaño
adecuado y no excesivo; respeto a tradiciones locales,
provinciales o sectoriales; etc. etc.
e. El partido que gana ejerce el gobierno y el que pierde es
oposición y alternativa para la próxima elección.
5. La emergencia de la sociedad del conocimiento
El modelo delegativo partidocrático fue plenamente funcional a
la sociedad industrial, junto a la cual se desarrolló. Sin
embargo, desde hace ya varias décadas, estamos transitando
otro tipo de sociedad cuya profunda mutación no ha sido del
todo percibida por nuestros líderes, cuyos modelos mentales se
formaron en el marco de la anterior sociedad y operan
inercialmente referenciándose en el pasado.
El cambio de sociedad que estamos transitando ha sido definido
de múltiples maneras y ha sido materia de infinitos abordajes.
Era tecnotrónica, para Brzesinky; tercera ola para Toffler,
sociedad red para Castells, son abundantes las reflexiones
sobre el paso de una modernidad ordenada y previsible a una
posmodernidad desordenada, impredecible y por momentos caótica
que llena a nuestros líderes de perplejidad por falta de
marcos paradigmáticos adecuados.
6. La crisis de la partidocracia
Ya en la década de los 80 podía advertirse la crisis del
modelo delegativo partidocrático. Ya entonces, diversos
gobiernos socialistas de países como Suecia, Nueva Zelandia,
Francia y España habían comenzado una profunda revisión de sus
pautas programáticas, tornándolas más abiertas y flexibles y
menos dogmáticas. La caída del sistema soviético en 1989 hizo
pensar a muchos en cierto “fin de la historia” suposición
absurda porque el hombre siempre evoluciona y cambia. Pero el
esquema del mundo de posguerra había quedado definitivamente
atrás y nuevos elementos claves de la sociedad globalizada,
hicieron que el modelo tradicional ya no funcionara
adecuadamente. Para mencionar solo algunos, señalamos:
a. El cambio vertiginoso del contexto mundial –en
contraposición a la relativa estabilidad de la sociedad
industrial– que hace que los programas rígidos y dogmáticos
carezcan de flexibilidad y capacidad de adaptación, sumada a
la incertidumbre que genera la interconectividad global en
tiempo real.
b. El incremento exponencial de la información que genera
constantemente nuevas respuestas técnicas y científicas y
nuevas herramientas de análisis.
c. Una menor estratificación social y una mayor diversidad de
grupos y sectores de interés en el colectivo social, que rompe
los etiquetamientos propios de los niveles sociales de la
sociedad industrial (asalariados, propietarios, clase media,
profesionales, etc). Ahora, la riqueza de la variedad reclama
respuestas diferenciadas y ad hoc.
d. La extensión y universalización del acceso al conocimiento
que hace que hoy haya más conocimiento, experiencia y
sabiduría en el colectivo social que en la propia
partidocracia.
e. La feminización de los procesos políticos y sociales que
tiene que ver con una profunda revisión de nuestra mirada del
mundo y la progresiva vuelta a una visión feminista de los
procesos en contraposición a la visión de la tierra del
positivismo europeo del siglo XIX que postuló un planeta “a
disposición” del hombre, del cual este podía servirse a su
antojo.
f. La convergencia en torno a intereses concretos. Los grandes
relatos de la sociedad industrial convocaban a la acción
política desde los sectores de interés que los promovían. La
libertad de empresa, los derechos humanos, la reforma agraria,
la eliminación de la propiedad privada y tantos otros
g. La transversalización de los valores. Los valores que
históricamente encarnaba cada partido resultan ahora
compartidos en general por la inmensa mayoría de la sociedad y
ninguno de nuestros partidos dejaría de suscribirlos, al
extremo que los neoliberales se preocupan por la
redistribución del ingreso y los socialistas preservan –donde
les toca gobernar– un Estado eficiente y de tamaño adecuado,
además de promocionar la actividad privada.
En muchos países la actualización científica de sus líderes y
la comprensión de los cambios de sociedad que estaban teniendo
lugar permitieron adecuarse a las nuevas circunstancias. A los
casos mencionados anteriormente podemos agregar el de Chile,
donde socialistas y demócratas cristianos desde hace más de
una década gobiernan en fecunda coalición. También podemos
mencionar el caso de Israel donde Ariel Sharon, uno de los
creadores del derechista partido del Likud y el ex primer
ministro Shimon Peres, uno de los representantes más
fidedignos del socialismo, fueron capaces de renunciar a sus
tradicionales partidos y unirse en uno nuevo, el Kadima que lo
que pone en valor no es programático o ideológico sino de pura
praxis política: cómo construir la paz en la región. El caso
de Alemania, donde socialdemócratas y social cristianos
ocuparon los espacios de centro izquierda y centro derecha
respectivamente y se alternaron democráticamente en el poder y
actualmente gobiernan en alianza.
En Argentina, la crisis parece aceptarse y hay ejemplos
interesantes de actitudes de líderes que perciben la necesidad
del cambio. Pero no parecen acertar en un camino idóneo, tal
vez por la obsolescencia de su marco paradigmático de
análisis. El Presidente Kirchner desdeña su tradicional
partido, dejando la etiqueta en manos de representantes sin
prestigio social y buscando la conformación de un nuevo
movimiento político. Elisa Carrió abandona su partido y se
sale del propio sistema político, para buscar desde la
sociedad civil la construcción de una coalición ciudadana. No
se puede soslayar el valor de estos ejemplos ni relativizarlo.
Pero sugerimos que sin una nueva y profunda redefinición de la
democracia no perdurarán en el tiempo.
7. La representatividad de los partidos hoy
Nunca antes en su corta historia de algo más de cien años los
partidos políticos habían exhibido un nivel de descreimiento y
desconfianza por parte del colectivo social como en la
actualidad. Su bajo nivel de representatividad, percibido
claramente desde el sentido común de la gente que ve
críticamente su operatividad, se puede corroborar también
desde los datos concretos de múltiples estudios de politólogos
reconocidos y análisis de opinión. Solo citaremos unos pocos
porque nos parece que el tema no admite mayores discusiones.
Sin embargo, adelantemos desde ya que en el colectivo social
no parece percibirse del todo la magnífica posibilidad de
transformar esta situación en una oportunidad creativa para el
desarrollo de un nuevo tipo de democracia. Es que los medios
masivos de comunicación y los planes asistenciales
clientelares precisamente parecen perseguir una disminución
del espíritu crítico y un relajamiento de la propia percepción
autorreferencial de la sociedad como artífice de cambios
profundos.
8. ¿Desde
dónde se gobierna?
Si aceptamos provisoriamente que la partidocracia está agotada
y las viejas ideologías rígidas y prescriptivas también –
aunque no los valores profundos que las sustentaban, ya que
las especies vivas vienen acuñando valores desde tiempos
inmemoriales – y si aceptamos que no se puede gobernar desde
programas planificados a priori porque los cambios del entorno
son infinitos e impredecibles, entonces ¿desde donde se
gobierna?
Sugerimos que en la actualidad es la ciencia la base de
cualquier gestión de gobierno. Sugerimos que sin el
conocimiento científico y sus adecuadas implementaciones
técnicas no se puede dar respuesta idónea en términos de costo
y oportunidad a las múltiples problemáticas que deben
enfrentar los líderes en materia de educación, seguridad,
justicia, economía o combate a la pobreza.
Sugerimos que ya no se puede gobernar desde la improvisación o
el discurso. Ahora, los líderes deben capacitarse en la
gestión de la complejidad y en ese contexto, el saber
científico readquiere un papel fundamental. Por ello, en los
países adelantados, las Escuelas de Gobierno forman a los
líderes políticos en estas nuevas concepciones y por eso los
partidos políticos de muchos países del mundo han conformado
centros de capacitación de líderes donde se aprende el
management de la complejidad y la gestión del desorden natural
de la vida (que implica un orden subyacente, pero no
euclidiano sino fractal y dinámico).
9. El desafío del presente: democracia autoorganizativa
La propia democracia se redefine. Hoy la democracia no puede
ser concebida como un sistema a través del cual unas personas
son elegidas para acceder al poder y gobernar por un tiempo
sin recibir instrucciones o mandatos imperativos de nadie. Al
contrario, la participación activa y militante de la sociedad
se verifica en forma creciente.
El artículo 22 de nuestra Constitución Nacional, nos guste o
no nos guste, está muerto de toda muerte. Hoy, el pueblo,
delibera, gobierna, juzga, condena, voltea ministros o
presidentes, arresta delincuentes y se equivoca con la misma
frecuencia que nuestros gobiernos y que cada uno de nosotros,
porque cometer errores y equivocarnos es propio de nuestra
índole humana.
Por otro lado, una democracia verdaderamente autoorganizativa
nos puede rescatar principios elementales que hoy aparecen
como vaciados de contenidos concretos. Por ejemplo, que la
Política es la actividad más noble y ética que puede ejercer
un ciudadano o ciudadana.
Sin embargo, la emergencia de una democracia autoorganizativa
en la cual la participación real estará al alcance de todos
debe postular también que la Política no es, no puede ser, una
actividad profesional rentada. La política debe naturalmente
pagar por la provisión de insumo científico a las decisiones,
y debe obviamente expresar los valores que sustenta una
sociedad, pro no puede ser una actividad de la cual se viva,
porque cuando se vive de la política el política busca
permanecer para siempre en los cargos y si debe irse a la
sociedad civil sencillamente carece de la idoneidad necesaria
para siquiera subsistir (¡cualquier ejemplo concreto que esté
pensando deséchelo inmediatamente!)
La Política se hace desde el barrio, la comunidad, el
distrito, el municipio o la organización a la que se
pertenece, pero siempre mantiene un patrón de tipo fractal y
siempre opera en la lógica de una red. Por eso las nuevas
organizaciones de la posmodernidad se redefinen en términos
heterárquicos.
10. Nueva sociedad, nueva política, nuevas instituciones
El reconocimiento que estamos en una nueva sociedad y que
existe un paradigma científico autoorganizativo, holístico y
evolucionista para proveer una comprensión más adecuada de los
procesos de la vida en sus distintos niveles, nos debe llevar
necesariamente el replanteo integral de las instituciones y
sistemas con los que gerenciamos la convivencia. Esto tiene
impacto en temas como la educación, la seguridad, la justicia
o la economía, por lo menos.
En materia educativa es necesario encarar un rediseño integral
de nuestro viejo sistema cuyas modalidades operativas son las
mismas que hace cien años. Hablamos de generar un sistema
educativo en el cual los niños y niñas puedan canalizar su
natural y desbordante energía, así como la fuerte estimulación
que les provee su instalación natural en la sociedad
tecnológica, canalizándola hacia la adquisición de saberes
socialmente útiles, satisfaciendo su natural curiosidad y
estimulando el amor por la búsqueda de la verdad. Hoy nuestros
niños y niñas, nacidos e instalados naturalmente en la
sociedad de la tecnología son llevados a una escuela que opera
exactamente igual que hace cien años y en la cual docentes y
alumnos viven situaciones de estrés y descompensación
emocional.
Los mayores tenemos la obligación de revisar nuestro propio
sistema de valores y confrontarlo críticamente con el de los
jóvenes antes de criticarlos o condenarlos desde la ignorancia
inercial que traemos por haber sido formados en la sociedad
mecánica del industrialismo. La culpa del fracaso de nuestro
sistema educativo no es de los niños ni de los jóvenes sino de
los líderes políticos que no han tenido la capacidad de
comprender el cambio de sociedad y de generar las respuestas
pertinentes en términos de tiempo, costo y oportunidad.
En materia de policía la reflexión es casi idéntica, porque
los actuales modelos son de tipo mecánico, sin capacidad de
aprendizaje y evolución y de tipo supernumerario, cuando lo
que hoy se valora de un sistema de policía no es la cantidad
sino la calidad y el profesionalismo de sus agentes. Pero este
debate ha estado ausente en la última campaña política.
Algo similar sucede en materia de justicia, donde el sistema
actual se encuentra colapsado por falta de capacidad de
respuesta a su actual carga de demanda y donde debemos empezar
a pensar en una justicia proactiva que resuelva problemas en
vez de resolver causas o expedientes. Los sistemas sometidos a
colapsamientos de este tipo no pueden mejorarse por la vía de
la adición lineal de mas insumos – mas jueces, mas juzgados,
mas personal – porque su situación de compromiso es sistémica
y requieren por ello rediseños integrales.
11. ¿La democracia autoorganizativa pretende sustituir a
los partidos políticos por las uniones vecinales y las ONGs?
No, de ninguna manera. No se trata de reemplazar una
estructura de intermediación por otra sino de avanzar
cualitativamente a mayores niveles de decisión del propio
colectivo social en aquellas cuestiones que podemos considerar
“no delegables”.
Al mismo tiempo se busca promover un fortalecimiento de las
uniones vecinales y las organizaciones de la sociedad civil en
orden a su real y efectiva capacidad de dar respuestas
eficaces en tiempo, costo y oportunidad a las demandas
sociales que deben atender. Suponer que solo los organismos
del Estado deben dar respuesta a las demandas sociales es
pensar desde el viejo paradigma.
12. ¿Se puede hablar de una nueva democracia sin cambiar
profundamente el modelo económico capitalista?
Nos parece que no. Antonia Nemeth Baumgartner dice en su libro
“Macrometanoia” “el capitalismo es tal vez la última
monstruosidad ideológica vigente”. Pensemos: un sistema
económico que requiere 6.000 millones de excluidos para
mantener en un bienestar ofensivo a solo 1000 millones de
personas es un sistema de máxima entropía. Cambiarlo es parte
de nuestra tarea y de nuestro desafío.
13. Las reformas urgentes y prioritarias
La tarea es ardua. El primer requisito es aceptar que podemos
y debemos cambiar la realidad política que tenemos. Que
nuestros problemas no son cosa del destino ni de la fatalidad
y que nada en el mundo puede contra un grupo de personas
inteligentes y cometidas.
Más allá de otras propuestas, la Legislatura de Mendoza podría
comenzar rápidamente con medidas legislativas que son
sumamente económicas e idóneas para empezar a provocar cambios
en el funcionamiento de nuestro sistema político. Lástima que
la Legislatura sea un excelso reservorio de la partidocracia,
pero la incorporación de algunas figuras independientes nos
llevan a ser optimistas en la posibilidad de introducir los
virus del cambio.
Ya hay algunos proyectos sobre estos temas. Reseñamos
brevemente:
• Implementación inmediata del voto electrónico
• Ampliación de la posibilidad de presentar candidaturas a
cargos políticos a los ciudadanos independientes
• Reforma municipal de Mendoza que permita concretos
desarrollos de autogobierno en los pueblos, ciudades y villas
que no son cabecera departamental
• Separación de las elecciones o fraccionamiento de las
boletas en el cuarto oscuro para terminar con la sábana
• Incorporación a la legislación política de la iniciativa
popular, la consulta y la revocatoria
• Revisión crítica del sistema impositivo de Mendoza para
corregir medidas que discriminan a favor de los ricos y en
contra de los sectores postergados
• Propender a la “desprofesionalización” de la política, de
manera que no se convierte en una profesión rentada sino en
una actividad al alcance permanente de todos los ciudadanos
• Reformas legales de uniones vecinales y organizaciones de la
sociedad civil que reconozcan su naturaleza de “entidades
públicas no estatales” (no son entidades privadas) y que
potencien su capacidad de respuesta.
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