DR. ALBERTO MONTBRUN

"El paradigma fundamental que domina nuestra política es el paso de una democracia representativa (madisoniana) a una democracia directa (jeffersoniana)."

Dick Morris: "El nuevo príncipe"

 
 

¿Qué es Democracia Autoorganizativa?

 

Dr. Alberto Montbrun

  SUMARIO

1. Introducción.
2. El modelo político del mundo moderno.
3. La emergencia de las ideologías.
4. El modelo delegativo partidocrático.
5. La emergencia de la sociedad del conocimiento.
6. La crisis de la partidocracia.
7. La representatividad de los partidos hoy.
8. ¿Desde dónde se gobierna?
9. El desafío del presente: democracia autoorganizativa.
10. Nueva sociedad, nueva política, nuevas instituciones.
11. ¿La democracia autoorganizativa pretende sustituir a los partidos políticos por las uniones vecinales y las ONGs?
12. ¿Se puede hablar de una nueva democracia sin cambiar profundamente el modelo económico capitalista?
13. Las reformas urgentes y prioritarias

 

“Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar”
Antonio Machado

  1. Introducción

El concepto de “democracia autoorganizativa” está en plena elaboración y desarrollo. Hasta ahora, el mundo ha conocido invariablemente sistemas políticos en los cuales unas pocas personas, bajo determinadas formas de elección o legitimación, han ejercido el poder en nombre del conjunto de la comunidad. Esto está, sin embargo, está a punto de cambiar. Diversas situaciones que se han configurado en las últimas décadas permiten presumir que estamos a las puertas de un cambio fundamental en los modos y las formas de gestionar la convivencia e involucrarnos en la cosa pública.

El paso de la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento y la tecnología, la crisis de la partidocracia tradicional y la emergencia de una nueva ciudadanía – culta, educada, crítica y preocupada por los problemas del planeta – auspician este nuevo nacimiento. También lo hace la circunstancia de disponer, para transitar este camino, de un nuevo paradigma científico renovado y actualizado, que se nutre de la teoría cuántica, de las estructuras disipativas, de la geometría fractal, de la autopoiesis y de otras vertientes del pensamiento complejo. El camino hacia esta nueva forma de democracia no está trazado. Debemos hacerlo al andar y esto constituye un desafío heroico y fascinante.

La referencia a la característica autoorganizativa de la nueva democracia se vincula con el hecho de que los procesos sociales no responden a la lógica de un control externo, jerárquico o superior, como tradicionalmente se ha supuesto, sino que dichos procesos se verifican a partir de la particular e irrepetible interacción de infinitos sistemas autopoiéticos que operan alejados del equilibrio, en la red social, evolucionando por fluctuaciones entre los infinitos subsistemas en los que se mueven cotidianamente.

La comprensión de la sociedad como un sistema vivo, donde juegan un papel clave los valores ecológicos de la preservación de los sistemas críticos plantea nuevas visiones y abordajes para problemáticas tradicionales como la educación, la seguridad, la economía y – lógicamente también – la política. Es a esa tarea que deseamos abocarnos.

2. El modelo político del mundo moderno

El modelo político del liberalismo, introducido por las revoluciones burguesas, nunca fue un modelo perfecto ni mucho menos. No obstante ello, estaba construido sobre una serie de presupuestos muy concretos que dieron pie a un proyecto político particularmente exitoso que tuvo una fuerte influencia sobre los padres fundadores de nuestra argentinidad.

Las bases filosóficas de este modelo son, en primer lugar, al concepción del hombre como un ser egoísta que se mueve en base exclusivamente a su propio interés y evoluciona en un marco de lucha y conflicto en el cual el Estado emerge como necesario contenedor y regulador de esta violencia. Los derechos del hombre son el principal valladar a la acción del Estado, que es percibido como un potencial invasor de los mismos y por lo tanto debe limitarse a un papel de gendarme de la sociedad pero no como un actor esencial de los procesos.

El modelo teórico de división de poderes, descripto por Montesquieu a partir de su experiencia de análisis del sistema político inglés, sumada a la concepción de la soberanía popular de Rousseau, fructifican en la teoría de la representación política de Sieyes, en función de la cual el pueblo – en ese entonces el concepto de Nación estaba limitado a los burgueses propietarios – delega en un representante el ejercicio del poder a través de un mandato libre. Una constitución escrita y rígida era la garantía documental de los derechos del hombre y de la organización del poder previéndose que no pudiera ser cambiada fácilmente a fin de evitar su eventual manipulación por sectores ocasionalmente más poderosos que otros.

3. La emergencia de las ideologías

Hasta principios del siglo XIX, sólo el liberalismo político y económico podían considerarse “ideologías” en los términos modernos del pensamiento político, aunque ya comenzaba a manifestarse, con Edmund Burke, la reacción que daría lugar al conservadorismo. Las groseras desigualdades sociales generadas por el creciente capitalismo y la revolución industrial, sumadas al despoblamiento del campo y la aparición de una nueva clase social que no existía en la época de la revolución francesa – el proletariado industrial de base urbana – dieron lugar al socialismo primero y luego al marxismo. También en la penúltima década del siglo XIX vuelve a ocupar un espacio importante en la reflexión política la Iglesia católica que, a través de sus Encíclicas comienza a desarrollar lo que se llamará la Doctrina Social de la iglesia, incorporándose con ella el dato crucial de una intervención más activa del Estado y de los grupos intermedios en la gestión de la convivencia y buscando un equilibrio entre el extremo individualismo del liberalismo político y el estatismo del socialismo.

Ese proceso de surgimiento y cristalización de las ideologías, junto a la progresiva universalización del sufragio – que al principio estaba limitado a quienes eran propietarios, luego a todos los varones y finalmente a las mujeres también – se tradujo en la instalación en el centro de la escena del actor fundamental de los procesos políticos en el Estado moderno: el partido político.

4. El modelo delegativo partidocrático

Los partidos políticos se convirtieron a lo largo del siglo XX en los grandes intermediarios entre el Estado y la comunidad y su aparición dio lugar a un modelo de democracia que en su momento tuvo fértiles y positivas consecuencias para el acceso a los beneficios del bienestar de millones de personas, pero que nuestros días se encuentra en plena y revulsiva crisis: el modelo “delegativo partidocrático”. Las principales características de este modelo político son:

a. El pueblo es titular originario del poder pero no lo ejerce directamente, sino que lo delega en sus representantes (consecuencia del liberalismo político más puro).
b. Los partidos políticos ofrecen, a cambio del voto, “programas de gobierno” basados en unos sistemas ideológicos rígidos, prescriptivos y predominantemente cerrados. Las ideologías juegan un papel fundamental en el etiquetamiento del colectivo social, de manera tal que es muy bajo el número de electores que no se sienten vinculados a algún partido político.
c. Los partidos monopolizan totalmente el acceso a los cargos públicos. Los ciudadanos independientes no pueden acceder a cargos electivos salvo que un partido los proponga.
d. Los partidos políticos se diferencian entre sí tomando como propios determinados valores que son visualizados positivamente por la sociedad: justicia social; menor presión impositiva; mejor redistribución del ingreso; plena vigencia y respeto por los derechos humanos; pleno funcionamiento de la democracia y la división de poderes; un Estado de tamaño adecuado y no excesivo; respeto a tradiciones locales, provinciales o sectoriales; etc. etc.
e. El partido que gana ejerce el gobierno y el que pierde es oposición y alternativa para la próxima elección.

5. La emergencia de la sociedad del conocimiento

El modelo delegativo partidocrático fue plenamente funcional a la sociedad industrial, junto a la cual se desarrolló. Sin embargo, desde hace ya varias décadas, estamos transitando otro tipo de sociedad cuya profunda mutación no ha sido del todo percibida por nuestros líderes, cuyos modelos mentales se formaron en el marco de la anterior sociedad y operan inercialmente referenciándose en el pasado.

El cambio de sociedad que estamos transitando ha sido definido de múltiples maneras y ha sido materia de infinitos abordajes. Era tecnotrónica, para Brzesinky; tercera ola para Toffler, sociedad red para Castells, son abundantes las reflexiones sobre el paso de una modernidad ordenada y previsible a una posmodernidad desordenada, impredecible y por momentos caótica que llena a nuestros líderes de perplejidad por falta de marcos paradigmáticos adecuados.

6. La crisis de la partidocracia

Ya en la década de los 80 podía advertirse la crisis del modelo delegativo partidocrático. Ya entonces, diversos gobiernos socialistas de países como Suecia, Nueva Zelandia, Francia y España habían comenzado una profunda revisión de sus pautas programáticas, tornándolas más abiertas y flexibles y menos dogmáticas. La caída del sistema soviético en 1989 hizo pensar a muchos en cierto “fin de la historia” suposición absurda porque el hombre siempre evoluciona y cambia. Pero el esquema del mundo de posguerra había quedado definitivamente atrás y nuevos elementos claves de la sociedad globalizada, hicieron que el modelo tradicional ya no funcionara adecuadamente. Para mencionar solo algunos, señalamos:

a. El cambio vertiginoso del contexto mundial –en contraposición a la relativa estabilidad de la sociedad industrial– que hace que los programas rígidos y dogmáticos carezcan de flexibilidad y capacidad de adaptación, sumada a la incertidumbre que genera la interconectividad global en tiempo real.
b. El incremento exponencial de la información que genera constantemente nuevas respuestas técnicas y científicas y nuevas herramientas de análisis.
c. Una menor estratificación social y una mayor diversidad de grupos y sectores de interés en el colectivo social, que rompe los etiquetamientos propios de los niveles sociales de la sociedad industrial (asalariados, propietarios, clase media, profesionales, etc). Ahora, la riqueza de la variedad reclama respuestas diferenciadas y ad hoc.
d. La extensión y universalización del acceso al conocimiento que hace que hoy haya más conocimiento, experiencia y sabiduría en el colectivo social que en la propia partidocracia.
e. La feminización de los procesos políticos y sociales que tiene que ver con una profunda revisión de nuestra mirada del mundo y la progresiva vuelta a una visión feminista de los procesos en contraposición a la visión de la tierra del positivismo europeo del siglo XIX que postuló un planeta “a disposición” del hombre, del cual este podía servirse a su antojo.
f. La convergencia en torno a intereses concretos. Los grandes relatos de la sociedad industrial convocaban a la acción política desde los sectores de interés que los promovían. La libertad de empresa, los derechos humanos, la reforma agraria, la eliminación de la propiedad privada y tantos otros
g. La transversalización de los valores. Los valores que históricamente encarnaba cada partido resultan ahora compartidos en general por la inmensa mayoría de la sociedad y ninguno de nuestros partidos dejaría de suscribirlos, al extremo que los neoliberales se preocupan por la redistribución del ingreso y los socialistas preservan –donde les toca gobernar– un Estado eficiente y de tamaño adecuado, además de promocionar la actividad privada.

En muchos países la actualización científica de sus líderes y la comprensión de los cambios de sociedad que estaban teniendo lugar permitieron adecuarse a las nuevas circunstancias. A los casos mencionados anteriormente podemos agregar el de Chile, donde socialistas y demócratas cristianos desde hace más de una década gobiernan en fecunda coalición. También podemos mencionar el caso de Israel donde Ariel Sharon, uno de los creadores del derechista partido del Likud y el ex primer ministro Shimon Peres, uno de los representantes más fidedignos del socialismo, fueron capaces de renunciar a sus tradicionales partidos y unirse en uno nuevo, el Kadima que lo que pone en valor no es programático o ideológico sino de pura praxis política: cómo construir la paz en la región. El caso de Alemania, donde socialdemócratas y social cristianos ocuparon los espacios de centro izquierda y centro derecha respectivamente y se alternaron democráticamente en el poder y actualmente gobiernan en alianza.

En Argentina, la crisis parece aceptarse y hay ejemplos interesantes de actitudes de líderes que perciben la necesidad del cambio. Pero no parecen acertar en un camino idóneo, tal vez por la obsolescencia de su marco paradigmático de análisis. El Presidente Kirchner desdeña su tradicional partido, dejando la etiqueta en manos de representantes sin prestigio social y buscando la conformación de un nuevo movimiento político. Elisa Carrió abandona su partido y se sale del propio sistema político, para buscar desde la sociedad civil la construcción de una coalición ciudadana. No se puede soslayar el valor de estos ejemplos ni relativizarlo. Pero sugerimos que sin una nueva y profunda redefinición de la democracia no perdurarán en el tiempo.

7. La representatividad de los partidos hoy

Nunca antes en su corta historia de algo más de cien años los partidos políticos habían exhibido un nivel de descreimiento y desconfianza por parte del colectivo social como en la actualidad. Su bajo nivel de representatividad, percibido claramente desde el sentido común de la gente que ve críticamente su operatividad, se puede corroborar también desde los datos concretos de múltiples estudios de politólogos reconocidos y análisis de opinión. Solo citaremos unos pocos porque nos parece que el tema no admite mayores discusiones.

Sin embargo, adelantemos desde ya que en el colectivo social no parece percibirse del todo la magnífica posibilidad de transformar esta situación en una oportunidad creativa para el desarrollo de un nuevo tipo de democracia. Es que los medios masivos de comunicación y los planes asistenciales clientelares precisamente parecen perseguir una disminución del espíritu crítico y un relajamiento de la propia percepción autorreferencial de la sociedad como artífice de cambios profundos.

8. ¿Desde dónde se gobierna?

Si aceptamos provisoriamente que la partidocracia está agotada y las viejas ideologías rígidas y prescriptivas también – aunque no los valores profundos que las sustentaban, ya que las especies vivas vienen acuñando valores desde tiempos inmemoriales – y si aceptamos que no se puede gobernar desde programas planificados a priori porque los cambios del entorno son infinitos e impredecibles, entonces ¿desde donde se gobierna?

Sugerimos que en la actualidad es la ciencia la base de cualquier gestión de gobierno. Sugerimos que sin el conocimiento científico y sus adecuadas implementaciones técnicas no se puede dar respuesta idónea en términos de costo y oportunidad a las múltiples problemáticas que deben enfrentar los líderes en materia de educación, seguridad, justicia, economía o combate a la pobreza.

Sugerimos que ya no se puede gobernar desde la improvisación o el discurso. Ahora, los líderes deben capacitarse en la gestión de la complejidad y en ese contexto, el saber científico readquiere un papel fundamental. Por ello, en los países adelantados, las Escuelas de Gobierno forman a los líderes políticos en estas nuevas concepciones y por eso los partidos políticos de muchos países del mundo han conformado centros de capacitación de líderes donde se aprende el management de la complejidad y la gestión del desorden natural de la vida (que implica un orden subyacente, pero no euclidiano sino fractal y dinámico).

9. El desafío del presente: democracia autoorganizativa

La propia democracia se redefine. Hoy la democracia no puede ser concebida como un sistema a través del cual unas personas son elegidas para acceder al poder y gobernar por un tiempo sin recibir instrucciones o mandatos imperativos de nadie. Al contrario, la participación activa y militante de la sociedad se verifica en forma creciente.

El artículo 22 de nuestra Constitución Nacional, nos guste o no nos guste, está muerto de toda muerte. Hoy, el pueblo, delibera, gobierna, juzga, condena, voltea ministros o presidentes, arresta delincuentes y se equivoca con la misma frecuencia que nuestros gobiernos y que cada uno de nosotros, porque cometer errores y equivocarnos es propio de nuestra índole humana.

Por otro lado, una democracia verdaderamente autoorganizativa nos puede rescatar principios elementales que hoy aparecen como vaciados de contenidos concretos. Por ejemplo, que la Política es la actividad más noble y ética que puede ejercer un ciudadano o ciudadana.

Sin embargo, la emergencia de una democracia autoorganizativa en la cual la participación real estará al alcance de todos debe postular también que la Política no es, no puede ser, una actividad profesional rentada. La política debe naturalmente pagar por la provisión de insumo científico a las decisiones, y debe obviamente expresar los valores que sustenta una sociedad, pro no puede ser una actividad de la cual se viva, porque cuando se vive de la política el política busca permanecer para siempre en los cargos y si debe irse a la sociedad civil sencillamente carece de la idoneidad necesaria para siquiera subsistir (¡cualquier ejemplo concreto que esté pensando deséchelo inmediatamente!)

La Política se hace desde el barrio, la comunidad, el distrito, el municipio o la organización a la que se pertenece, pero siempre mantiene un patrón de tipo fractal y siempre opera en la lógica de una red. Por eso las nuevas organizaciones de la posmodernidad se redefinen en términos heterárquicos.

10. Nueva sociedad, nueva política, nuevas instituciones

El reconocimiento que estamos en una nueva sociedad y que existe un paradigma científico autoorganizativo, holístico y evolucionista para proveer una comprensión más adecuada de los procesos de la vida en sus distintos niveles, nos debe llevar necesariamente el replanteo integral de las instituciones y sistemas con los que gerenciamos la convivencia. Esto tiene impacto en temas como la educación, la seguridad, la justicia o la economía, por lo menos.

En materia educativa es necesario encarar un rediseño integral de nuestro viejo sistema cuyas modalidades operativas son las mismas que hace cien años. Hablamos de generar un sistema educativo en el cual los niños y niñas puedan canalizar su natural y desbordante energía, así como la fuerte estimulación que les provee su instalación natural en la sociedad tecnológica, canalizándola hacia la adquisición de saberes socialmente útiles, satisfaciendo su natural curiosidad y estimulando el amor por la búsqueda de la verdad. Hoy nuestros niños y niñas, nacidos e instalados naturalmente en la sociedad de la tecnología son llevados a una escuela que opera exactamente igual que hace cien años y en la cual docentes y alumnos viven situaciones de estrés y descompensación emocional.

Los mayores tenemos la obligación de revisar nuestro propio sistema de valores y confrontarlo críticamente con el de los jóvenes antes de criticarlos o condenarlos desde la ignorancia inercial que traemos por haber sido formados en la sociedad mecánica del industrialismo. La culpa del fracaso de nuestro sistema educativo no es de los niños ni de los jóvenes sino de los líderes políticos que no han tenido la capacidad de comprender el cambio de sociedad y de generar las respuestas pertinentes en términos de tiempo, costo y oportunidad.

En materia de policía la reflexión es casi idéntica, porque los actuales modelos son de tipo mecánico, sin capacidad de aprendizaje y evolución y de tipo supernumerario, cuando lo que hoy se valora de un sistema de policía no es la cantidad sino la calidad y el profesionalismo de sus agentes. Pero este debate ha estado ausente en la última campaña política.

Algo similar sucede en materia de justicia, donde el sistema actual se encuentra colapsado por falta de capacidad de respuesta a su actual carga de demanda y donde debemos empezar a pensar en una justicia proactiva que resuelva problemas en vez de resolver causas o expedientes. Los sistemas sometidos a colapsamientos de este tipo no pueden mejorarse por la vía de la adición lineal de mas insumos – mas jueces, mas juzgados, mas personal – porque su situación de compromiso es sistémica y requieren por ello rediseños integrales.

11. ¿La democracia autoorganizativa pretende sustituir a los partidos políticos por las uniones vecinales y las ONGs?

No, de ninguna manera. No se trata de reemplazar una estructura de intermediación por otra sino de avanzar cualitativamente a mayores niveles de decisión del propio colectivo social en aquellas cuestiones que podemos considerar “no delegables”.

Al mismo tiempo se busca promover un fortalecimiento de las uniones vecinales y las organizaciones de la sociedad civil en orden a su real y efectiva capacidad de dar respuestas eficaces en tiempo, costo y oportunidad a las demandas sociales que deben atender. Suponer que solo los organismos del Estado deben dar respuesta a las demandas sociales es pensar desde el viejo paradigma.

12. ¿Se puede hablar de una nueva democracia sin cambiar profundamente el modelo económico capitalista?

Nos parece que no. Antonia Nemeth Baumgartner dice en su libro “Macrometanoia” “el capitalismo es tal vez la última monstruosidad ideológica vigente”. Pensemos: un sistema económico que requiere 6.000 millones de excluidos para mantener en un bienestar ofensivo a solo 1000 millones de personas es un sistema de máxima entropía. Cambiarlo es parte de nuestra tarea y de nuestro desafío.

13. Las reformas urgentes y prioritarias

La tarea es ardua. El primer requisito es aceptar que podemos y debemos cambiar la realidad política que tenemos. Que nuestros problemas no son cosa del destino ni de la fatalidad y que nada en el mundo puede contra un grupo de personas inteligentes y cometidas.

Más allá de otras propuestas, la Legislatura de Mendoza podría comenzar rápidamente con medidas legislativas que son sumamente económicas e idóneas para empezar a provocar cambios en el funcionamiento de nuestro sistema político. Lástima que la Legislatura sea un excelso reservorio de la partidocracia, pero la incorporación de algunas figuras independientes nos llevan a ser optimistas en la posibilidad de introducir los virus del cambio.

Ya hay algunos proyectos sobre estos temas. Reseñamos brevemente:

• Implementación inmediata del voto electrónico

• Ampliación de la posibilidad de presentar candidaturas a cargos políticos a los ciudadanos independientes

• Reforma municipal de Mendoza que permita concretos desarrollos de autogobierno en los pueblos, ciudades y villas que no son cabecera departamental

• Separación de las elecciones o fraccionamiento de las boletas en el cuarto oscuro para terminar con la sábana

• Incorporación a la legislación política de la iniciativa popular, la consulta y la revocatoria

• Revisión crítica del sistema impositivo de Mendoza para corregir medidas que discriminan a favor de los ricos y en contra de los sectores postergados

• Propender a la “desprofesionalización” de la política, de manera que no se convierte en una profesión rentada sino en una actividad al alcance permanente de todos los ciudadanos

• Reformas legales de uniones vecinales y organizaciones de la sociedad civil que reconozcan su naturaleza de “entidades públicas no estatales” (no son entidades privadas) y que potencien su capacidad de respuesta.